Tal día como mañana, de hace 79 años, se entregó en el
puesto militar Manuel Vivero Morales, junto con su hermano Antonio Vivero
Morales, ambos, después de haber estado huidos en el monte. En aquellos días a 17
mujeres de Guillena se les rapaba, se les daba ricino, se les paseaba,
humilladas, por las calles de Gerena y luego las fusilaban en los muros de
nuestro cementerio.
Manuel Vivero Morales, de 35 años, alguacil del ayuntamiento de Guillena, vivía con su mujer,
Felipa Algaba Escudero, y con sus cuatro hijos en los altos del ayuntamiento. Aquel
verano un grupo de golpistas, que por sus acciones criminales nunca serían juzgados, se
levantaron en armas contra el gobierno democrático de la Segunda República. Manuel
Vivero se echó al monte, junto con su hermano Antonio, y un grupo de hombres
asustados; el miedo a los “Nacionales” se extendía como la pólvora por toda la
provincia.
Manuel era el padre de mi tata Carmen, mujer de Curro “Macaca”. Era el abuelo
de mi prima Felipa, que tiene el kiosco en Jardines de Gerena. Su abuela,
Felipa Algaba Escudero, era la tía de mi abuela. Felipa era la mujer del
alguacil del ayuntamiento de Guillena en el verano del 36.
Manuel Vivero Morales, y su hermano Antonio, fueron
presentados por su padre en el puesto militar el 31 de agosto de 1.936. Este
hombre, el padre, era el guarda de un cortijo y el señorito lo convenció para
que hablara con sus hijos: “Presenta a tus hijos en el puesto, que no les va a
pasar nada, yo respondo.”
El padre de Manuel y Antonio cogió un camino, una noche de
poca luna, con miedo de que alguien le siguiera y se internó en la sierra.
Allí, además de darles a sus hijos besos, abrazos y alguna vianda, les
convenció para que regresaran al pueblo y se entregaran. Teniendo la protección
del señorito, y con todos sus amigos importantes de la capital, quizá pasarían en la cárcel
una temporada, pero la vida no corría peligro: “Hijos, vení conmigo ar pueblo,
que ustedes no habéi hecho na!!, y er
ceñorito me acegura que no os van a tocá un pelo. Entregarce, que aquí en
er monte os van a cazá como a conejos.”
El día 31 de agosto de 1.936 ambos hermanos se entregan, de
todas formas sus vidas de nada les valía lejos de sus familias, escondidos como
alimañas. Este documento da fe de la entrega de Manuel Vivero Morales. Por
detrás algunas anotaciones de alguien que ha tratado de hurgar en los pasillos
de la memoria, buscando respuestas a preguntas durante cuarenta años
silenciadas por la dictadura y el terror del régimen franquista. ¿Qué pasó
aquel verano de 1.936? ¿Qué hicieron aquellos asesinos con tanta gente? ¿Dónde
están los miles de desaparecidos?
El 11 de noviembre de 1.936, a las 18:00 horas, ambos
hermanos son trasladados a comisaría. Lo que pasó después se puede intuir:
fusiles escupiendo fuego en la tapia agujereada del cementerio de San
Fernando... un paseo en un camión... una tumba cavada, a la luz de unos faros,
en una cuneta cualquiera... alguna fosa común, con algunos huesos, en algún
sitio...
Manuel Vivero Morales asesinado, desaparecido, y
luego silenciado. Manuel y Antonio dos almas de un incendio que, 79 años después, sigue
ardiendo. Porque nunca se les hizo justicia. Porque tenemos Memoria.
Felipe Marín Álvarez
Manuel era mi abuelo mi madre tiene la pena de no aberle podio llorarle y llevarle flores en el cementerio
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